Dar la palabra (y la decisión) a los estudiantes provoca que estos sientan como propia la propuesta y trabajen y se involucren más en él.
Evidentemente, el profesor tiene que aportar orientaciones y un cierto grado de control a sus alumnos en aspectos como las preguntas y respuestas que generan, los recursos informativos que utilizan, el reparto de tareas en los equipos de aula o los productos finales que generan.
Algunos grupos pueden dar uno o varios pasos más, decidiendo el tema y objetivo del proyecto, y redactando la pregunta inicial y decidiendo cómo van a investigar, cómo van a demostrar todo lo que han aprendido y finalmente cómo van a compartir el resultado de su aprendizaje.
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